Dolorosa derrota en el último suspiro que en nada hace justicia a lo expresado en el verde. El dictamen no coincide y castiga al Oviedo con una derrota que impide un grácil comienzo de temporada.
El Real Oviedo saltaba al campo casi siendo una fotocopia del equipo del pasado curso, salvo por las adicciones al once de Aceves, Tomeu y Rama. El único debutante de los nuevos fichajes era el lateral mexicano, que comenzó el partido entonado ante las acometidas de Altimira. También pudo sacar dos centros reseñables a zona peligrosa.
Los de Bolo se manejaban de manera inconsistente, sufriendo para construir ante el cubícalo creado por Sarabia, que se convertía en triángulo para el ataque. Los visitantes querían tocar, a ser posible a un toque, aunque no resolvían con fluidez en tres cuartos. Posicionalmente sí que eran tremendamente disciplinados en ese dibujo. Presión alta con el portero Lizoain prácticamente como libre para desajustar a un Oviedo que vivía de cambios de banda de Borja Sánchez, que quiso y no pudo ante la sombra permanente del rival.
Las dos primeras ocasiones tuvieron autoría local, con dos lanzamientos a cargo de Bastón y Obeng que salieron por arriba. Hugo Rama probó fortuna desde lejos y el golpeo de puños de Lizoain a punto estuvo de jugarle una mala pasada al cancerbero. El gallego fue el encargado de lanzar los balones parados, sin eficacia.
Una primera parte muy espesa, con los azules sin terminar de proponer y con permanentes desajustes en la presión a los balones en corto que proponían los andorranos, concluyó con la sensación de que el descanso sería una seria charla.
En el segundo periodo el equipo tricolor, hoy de naranja, puso a prueba a Tomeu desde la lejanía. El asunto se aceleró para el gusto del aficionado con la entrada de Marcelo Flores en el minuto 54. Se ubicó por detrás de Bastón y pidió el balón. Aplaudido en su entrada y reforzado con una primera acción de mérito. Detalles de futbolista y en ocasiones demasiado aguante de pelota. En esa intensidad se vivió durante diez minutos, con más empuje que raciocinio a la hora de encarar una defensa aleccionada para vivir en el peligro. Poco después Enrich y Bastón se reencontrarían en el césped. Se entienden con un gesto, y Bastón encontró al menorquín en un centro que éste cabeceó cerca del palo. Bolo vio herida abierta y aportó frescura en la medular con Jimmy y Montoro. El cambio se notó, la fluidez hizo presencia y en un suspiro se produjeron tres claras ocasiones. El Tartiere daba aliento y los suyos iban a por el partido. Hasta que el VAR enseñó al colegiado, debutante hoy en Segunda, una acción de Enrich merecedora de expulsión. Se cortó en seco la progresión y llegó lo peor. Un disparo del Andorra desde las catacumbas alcanzó el cielo al tocar en un defensa y convertirse en córner. Una mala defensa en el saque de esquina favoreció el testarazo de Pau, recién ingresado en el terreno. Gol y a casa.
Mucho que trabajar esta semana para alcanzar el equilibrio entre defensa y ataque.