Siete días después de la presentación de Tito Blanco como nuevo director deportivo del Oviedo se presentaba al entrenador que arrancará un nuevo proyecto azul. Jon Pérez Bolo era el elegido incluso antes de las deliberaciones. La llamada al ex técnico de la Ponferradina se produjo en el instante en el que Ziganda se hartó de esperar y comunicó al Consejo su decisión de seguir su camino fuera de la capital del Principado. Un toque de atención a un entrenador deseado, para seguramente no perder un tren con más paradas aguardando. Se quiso poner un pie en el futuro de Bolo para adornar su mente de fútbol en un nivel superior, que esa idea no le abandonase en caso de tener otras ofertas apetitosas. Sería el futuro director deportivo el que sugiriese el nombre de su candidato, porque la capacidad decisoria sigue estando en Mexico. El dichoso sello notarial.
Viene siendo habitual el suministro de nombres en los canales adecuados, lo que permite su propagación al oviedismo, que es utilizado indirectamente como primer filtro. Interesados o no, esos filtros de puertas hacia afuera son objeto de enfado, pero no hay que obviar que su utilidad es manifiesta al palpar el sentir de la parte de la afición que más opina en foros públicos. No parecía la parte ruidosa del telar muy interesada en la propuesta de Tito. Julio Velázquez no despertó ningún tipo de entusiasmo. Ni su cercanía profesional al gestor azul, ni un grueso curriculum para su edad han sido argumentos suficientes. Bolo al contrario generaba mayor cantidad de adhesiones. Al margen de los dudosos entorno a sus alocuciones en previa y post partido contra el Oviedo, se veía al vasco como la mejor opción entre lo que se encontraba en el mercado. Un entrenador con buenas temporadas a sus espaldas en un club con un músculo menor, frente a otro que no ha conseguido estabilidad en el fútbol español a pesar de sus aparentes buenas condiciones técnicas y de la opinión favorable de antiguos jugadores a sus órdenes.
En sus primeras palabras, escuetas y en medio oficial como guía el protocolo del fútbol moderno, hablaba de ser “valientes”. En su presentación ha reiterado esa línea identitaria. Es este término bien escogido para la campaña de reeducación del oviedismo. Si algo se le achacó a Ziganda fue precisamente eso que advierte Bolo como seña de identidad. El equipo del entrenador navarro creció en base a una fortaleza de bloque, con una defensa sólida y un centro del campo equilibrado. El delantero se ocuparía de optimizar al máximo las ocasiones. La temporada de Bastón fue de récord personal, lo que contribuyó al éxito.
Bolo llega con un bloque ensamblado la temporada anterior, con alto rendimiento desde finales del mes de enero. Con un “nosotros” permanente dio a entender en su argumentario que conforma un grupo de trabajo solidario y estable, con gente de su confianza añadiendo a Sergio Segura, el entrenador de porteros actual que fue compañero en época de futbolistas en activo en Vallecas. Ha reiterado su creencia en el grupo como elemento fundamental de su concepto de fútbol.
Las palabras del nuevo mister empujan a la ambición, al objetivo de lograr un fútbol que enganche al aficionado, fútbol con presión alta y ofensivo. La configuración de la plantilla puede ayudar a este objetivo, y está por ver qué recoge Tito de un mercado en el que más bajo tierra que en superficie hay jugadores muy interesantes.
“Es el entrenador que queríamos”. Con estas palabras Tito quiso zanjar todo el asunto del casting a dos bandas, en el que también estaría involucrado Julio Velázquez, y las cuestiones del peso de las decisiones. Ambos han asegurado que será el mercado el que coloque el número de efectivos totales. Se va a mirar a la base, aspecto crucial para el crecimiento como club, y Tito también quiere convencer a Borja Sánchez de que su talento y oviedismo pueden combinar con su ambición futbolística.
Bolo firma por una temporada, y se han incluido una serie de cláusulas que permitirán ampliar la vinculación.