Cuando la voz entrecortada de Ziganda le impidió continuar su exposición con normalidad al oviedismo (a casi todo) se le encogió algo por dentro. Es difícil ver una exhibición de sentimiento sincero soltado al aire en una despedida, a un hombre siempre sereno rendirse a la tristeza por irse de un sitio donde era feliz.
Porque el Cuco ya no forma parte del Oviedo, aunque siempre quede algo de él en un club que decidió permanecer impasible sin un dedo pulgar levantado en Mexico. Uno puede o no estar de acuerdo con el Ziganda entrenador, con unos planteamientos posiblemente monocordes o poco flexibles ante una plantilla con recursos. Pero Ziganda siempre fue fiel a su estilo, en el discurso y en el campo. Elegante en la derrota y nada ventajoso en la victoria. Un tipo sensato. Portavoz del Oviedo en causas que tendrían que serle esquivas. Cuando las balas de paja se paseaban por el Tartiere ante las preguntas sin respuesta, era el entrenador el que ponía voz a la inquietud.
Quizá su ciclo se habría cumplido en esta temporada a las puertas del éxito. Es un axioma innegable para muchos. Otros pueden pensar que se merecía darle continuidad a un proyecto para el que tenía un buen número de reclutas, en la grada y en el vestuario. Su gestión del vestidor ha sido impecable. Ni en las malas se ha escuchado un tono discordante, un desafío del jugador sin minutos, gestos. Incluso los que no jugaban lo suficiente, o nada, han tenido buenas palabras. Eso dice mucho de una persona que no lo ha tenido nada fácil. Porque el camino ha estado lleno de espinas, de pedruscos, de chinchetas. No sólo en lo deportivo, cuando cogió al equipo al borde del precipicio, agarrado con tres dedos. Lo salvó y construyó una idea que mezcló en el siguiente año para entrar en ebullición su última temporada. Un equipo sólido, rocoso, de defensa férrea y oportunista en el ataque, reconocible, compitiendo. Nada vistoso pero eficaz en la plenitud del curso. Le faltó ese algo que provocó el silencio de la zona noble, que pecó al infravalorar la capacidad de Ziganda para recoger los frutos de su gestión. Dijo que esperaría al Oviedo, pero el Oviedo no tuvo atenciones hacia su gestor/portavoz, que se cansó de aguardar una llamada que llegó tarde, demasiado tarde. Cuando desde Mexico se dio un empujón para que se hiciese algo, la película de sobremesa pasó al horario de prime time. Se perdió el tiempo en el entreacto. No valió esta vez el ajuste horario para resolver el entuerto.
Esta situación vuelve a poner negro sobre blanco el principal problema de este club. Incapaz de ser autosuficiente desde Asturias, con multifunciones en el Consejo, donde todos hacen de todo pero que no son eficientes como pide un club de la entidad del Oviedo. Se tiene que dar paso a una estructura profesionalizada.
Se va un paisano de los pies a la cabeza. Y sí, seguro que se le echará de menos por la calidad de su discurso. De lo futbolístico hablan sus números. Su idea de fútbol puede ser compartida o no. El que escribe también frunció el ceño en distintas ocasiones. Lo innegable es la realidad. Vendrán otros que darán mejor o peor resultado, pero el Cuco siempre tendrá su espacio en el oviedismo. Se lo merece.