La realidad del fútbol es efectivamente tozuda, y va colocando las cosas en su sitio. Como la vida misma, vaya. Y como en ciertos ámbitos del ciclo vital de una persona, los cuchillos invisibles vuelan, creando heridas imperceptibles de la que sin previo aviso la sangre sale a borbotones.
Y en el fútbol de élite no vale la procrastinación. Pueden decir los dirigentes de los clubes de más abajo lo que se tiene que pelear por conseguir sacar a los equipos a competir. En Segunda División las estructuras deben asemejarse a las de una empresa seria, donde cada parcela queda bien definida, al mismo tiempo que los procesos consultivos y decisorios. Esto del “Fuenteovejuna” te sirve para gestionar una pachanga con los amigos en las instalaciones de La Pizarra, pero no en una gestión profesional que se precie. Los sellos notariales a miles de kilómetros tampoco ayudan, por supuesto. Las costuras se abren al paso.
A Rubén Reyes no le faltaba razón cuando decía que el club debería estar preparado si él tomaba la determinación de hacer las maletas. Al ya ex director deportivo le pudieron fallar las formas y los tiempos, pero en el fondo no se le puede quitar una coma. A nadie se le escapa que el escaparate para la buena temporada del Oviedo resultaría atractivo para entidades con mayores recursos, visto desde la perspectiva tanto de la plantilla como del encargado de armarla. Incluso del entrenador por supuesto, que a eso voy en un momento.
Reyes anuncia que se va y la parálisis es inmediata. En el momento de escribir estas líneas todavía no se ha cerrado el tema de la dirección deportiva, cuando los candidatos se podían apilar enfrente de las puertas del Tartiere. Habiendo por cierto gente muy competente dispuesta y encantada de comprometerse. En este punto hay que decir que por mucho que existan bonitos mensajes adornados en tuits, los bandazos se perciben desde La Corredoria. Una idea e identidad es lo que ansía el aficionado, que tanto animó en las malas, y que tras recibir unos cuantos sopapos ha vuelto a llenar las gradas. Claro está después de solicitarse su presencia con hechos y no con palabras.
Esa inacción ha llevado también a Ziganda a bajarse del autobús. El entrenador que obró el milagro de la salvación cuando ya se buscaban emparejamientos de Segunda B, y que tras una convulsa media temporada logró colocar al equipo con el récord de puntos en la categoría a un paso del playoff, se va porque nadie le ha llamado para hablarle de futuro. Supongo que uno espera, al margen de la palmada en la espalda, que le digan las cosas claras. Quedarse de plato frío encima de la mesa para ver si el que entre en la cocina decida calentarlo no debe resultar agradable, y más cuando se le abren las puertas de otra cocina con vajilla nueva.
Es el Oviedo de las dos velocidades, una a la que va el aficionado y otra casi al ralentí, a la que van los despachos.