En los tiempos que corren, de comunicado frío en redes sociales lanzado al aire, es de agradecer que los protagonistas se sienten delante de un micrófono. Porque los actos y las palabras definen. También los hechos, obviamente. En este caso se puede dudar de la conveniencia del uso de una sala de prensa para una despedida con tanta carga arrastrada. Por el bien de todos los implicados se ha llegado a la mejor solución. Se escuchan unas palabras, que llegarán en mayor o menor medida al aficionado, y no se le puede reprochar al club que cierre puertas en las narices. Hay que estar por encima de las circunstancias siempre.
“Esto es fútbol” decía el ya ex director deportivo ejerciente del Real Oviedo. Efectivamente, es un mercado persa de compraventa en el que los sentimientos vienen en frascos pequeños que se intercambian por otros en el puesto más grande dos pasos más allá. A estas alturas es difícil de digerir aquello del amor al club y demás. Es entendible. Se trata de un deporte que mueve millones, y en el que las diferencias contractuales entre clubes de una categoría u otra pueden resolver una vida. Reyes apela a una situación frente a la que él (ni nadie ) no puede escapar. Es un club de Primera el que le abre las puertas, al que se une una estabilidad familiar. Una situación de vida que todos valorarían.
Compartiendo todo ello no debemos olvidar que “esto es fútbol”, un deporte de idas y venidas.
A Rubén Reyes nunca le ha gustado el foco, de hecho todavía tiene peticiones de entrevista previas a su vinculación con el club azul que no ha atendido. Más allá de las obligadas ruedas de prensa tras su presentación y para hacer públicos los fichajes, nada se ha leído ni oído directamente de su persona.
Ha realizado incorporaciones de nivel, aumentado el valor de la plantilla, al mismo tiempo que existen algunas sombras entorno a ciertas apuestas. De sus palabras se desprende una “relación cordial” con Ziganda, pero es evidente que el concepto del entrenador navarro chocó con el planteamiento seguido por la dirección deportiva. “Esto es fútbol” y su realidad a veces es tozuda. En diciembre en los despachos nadie se imaginaba que a finales de mayo se contaría con un Tartiere prácticamente lleno para elevar el sueño del playoff de ascenso. Algún mérito tienen los implicados en el tinglado. Por ello se atreve a sugerir la renovación del entrenador, que no era el suyo, “por números”. La justicia del fútbol habla, guste más o menos.
Otra idea fuerza que traslada en su despedida es que no va a tocar a nadie de la actual plantilla del Real Oviedo, que tras el berenjenal parece que es lo que realmente le importaba a la parroquia azul. Que no se lleve a Bastón, que active el interés por Borja Sánchez o incluso que negocie por Brugman. El primer caso puede ser doloroso, dada la dificultad para hacerse en el mercado con un delantero de veintena de goles. Eso garantiza un séptimo puesto y un vistazo más allá si el resto de piezas responden. Brugman ha sido de los mejores centrocampistas del curso, y es comprensible que, no existiendo compromiso de permanencia, haya otros equipos de mayor fuste clasificatorio o de superior categoría que le pretendan. Y Borja Sánchez. Tanto se ha hablado de su renovación desde tiempo inmemorial. No se sabe ya si es necesario esperar a una conjunción estelar o a que realmente las dos partes se sienten en una sala con un cafetera, dos folios y un bolígrafo.
Rubén Reyes se va dejando firmado a un portero francés de gran envergadura y queriendo tender un puente hacia alguna parte, aunque en uno de los lados se ha puesto valla con candado.