Fue una noche con emociones a flor de piel. El oviedismo se había visto cerca de un objetivo que era complicado de ver al inicio de la temporada. La caída al infierno trajo consigo quemaduras que no han curado. Esas cicatrices forman parte indisoluble del presente y futuro. Ha costado esfuerzo de demasiada gente el llegar a este lugar, y no se debe olvidar la procedencia.
Esta temporada ha estado trufada de múltiples circunstancias. La plantilla sufrió una reestructuración obligada que completó un cuerpo de centrales nuevo, un centro del campo experto pero con necesidades de ajuste, y una delantera que pretendía recuperar para la causa a un goleador rutilante en otro tiempo. Ziganda repetía como entrenador, con crédito limitado eso sí.
Lesiones y estados de forma irregulares hicieron que los nuevos fichajes trabajasen en tiempos distintos para entrar en funcionamiento y fueron otros los que tuvieron que dar un paso al frente. Con todo ello los resultados provocaron que Ziganda se jugase el puesto en un partido agónico en Ponferrada. El bloque respondió y la competición llevó al Oviedo a acercarse a posiciones de privilegio. Aquí nadie descubre la realidad carbayona, acostumbrada a dispararse en el pie cuando van bien dadas. La dinámica era buena, pero la atmósfera permitía que aflorase la negatividad. El fuego amigo que se suele decir. La duda siempre quedó abierta.
En un escenario tan bonito como el de la pelea por el playoff no hubo cierre de filas. Las cuestiones que se hicieron mal de inicio, desde la misma campaña de abonados, tuvieron que rectificarse con el pie cambiado y tratando de rescatar del olvido a quienes dejaron de acudir al Tartiere. La respuesta del último partido debe hacer reflexionar a quienes tienen que tomar las decisiones de que el oviedismo es un sentimiento vivo, fuerte, pero que necesita un poco de cariño y obviamente una campaña consecuente.
A partír de ahí, de ese fuego amigo, aparecieron las filtraciones interesadas. Quien haya esparcido información importante de despacho en un momento crítico sabrá perfectamente la razón. Uno se la puede imaginar. Lo que queda es que nadie ni nada está por encima de la institución. El estímulo para los que quieren esta camiseta azul crece sobre una entidad responsable, sin bandazos de por medio, comprometida y cercana al aficionado. Para quien pregunta, esa es la fórmula mágica.
Luego toca acertar con las personas que se ocupan de fichar, de entrenar y con los jugadores que hacen carne ese sentimiento oviedista. Que pregunten en otras puertas a ver cómo lo han conseguido.
En este punto no se puede obviar que la temporada ha sido buena. Se ha logrado una puntuación difícilmente imaginada en agosto, y no hay playoff simplemente por una cuestión de golaverage. Ese goleador volvió por sus fueros igualando sus mejores registros de siempre, la defensa ha sido sólida y de lo mejor de la liga, y el centro del campo ha hecho madurar a jóvenes y veteranos. Podemos discutir en qué partido o en qué acción el camino del ascenso se separó del destino, pero las suelas de zapatilla se gastaron en un tramo muy largo. El futuro invita al optimismo si se observan esos segundos posteriores al pitido final.