A finales de enero José Angel Ziganda declaraba que había que “picar piedra para llegar bien a abril”. No eran palabras al aire, el Cuco sabía perfectamente a qué se estaba refiriendo. Siempre se suele decir que el momento en el que un equipo debe estar a tono es en ese fatídico tramo final. Ahí poco valen los méritos previos. Quien coge carrerilla tendrá media carrera ganada.
Ziganda había cruzado su Rubicón particular, estando seriamente cuestionado antes de Navidades. Su serena mirada denotaba el cansancio acumulado. La tensión de los malos momentos. De hecho podría decirse que tenia pie y medio fuera del Oviedo antes del triunfo agónico en Ponferrada. De aquella victoria queda apenas el recuerdo. Se ganó achicando balones y metiendo intensidad máxima. La Ponfe en su momento top de la temporada, que se veía peleando por el ascenso directo y al que la competición le ha ido normalizando. Ahora le tocará picar su propia piedra, y esperar errores, para asomarse al playoff. Tampoco el Oviedo juega como entonces.
Es un entorno complejo el que envuelve al equipo carbayón. Nunca ha sido una plaza conformista, e independientemente de la categoría y objetivo la exigencia ha permanecido. Cuando se transitaba por el barro no había otra que ganar, y ahora que al fin se afronta una recta final con verdaderas opciones, se pide el paso extra. “No hay tregua”. Mensaje manuscrito por el entrenador navarro en tiempos bajos en los que se volvía a ver el fondo del pozo, que con seguridad suscribirá en este periodo duro pero bello para un gestor de vestuario. Porque ahí encontramos uno de los principales valores del entrenador señalado, al que aún en la mejor racha le continúan viendo las sombras en ciertas bancadas. Jugadores casi malditos como Montiel o Matheus, evidente que sobre todo el primero, son soporte básico. Portavoz del club y voz calmada en tempestad, se valora su temple en circunstancias adversas, a pesar de los garrotazos que recibe.
Ziganda ha ido mutando la piel en estas temporadas en Oviedo. Como jugador de alto nivel se ha visto en múltiples circunstancias, delantero con buenas y malas rachas de gol, y que en su travesía a los banquillos no había terminado de despuntar como quizá se esperaba en él. Tras un muy serio trabajo en el filial del Athletic, la zona noble del equipo bilbaíno le otorgó la confianza para llevar el timón del primer equipo. Con elevados estándares y la premisa de salvaguardar la identidad del club en liga y en competición europea, no enraizó. Terminó saliendo por la puerta de atrás de su casa y le tocó reinventarse. Cuando se puso el chándal azul el Oviedo era algo más que una patata caliente. El olor a quemado se podía percibir a distancia considerable. Cogió un equipo roto y descompuesto y consiguió pegarlo y coserlo manualmente. Se salvó la temporada y Ziganda obtuvo el crédito necesario para ser el líder de un proyecto. Rubén Reyes le mantuvo en el puesto a pesar de concluir otra temporada sin pena ni gloria. El runrún se extendió y el caldo empezaba a ser denso. Arreciaron los reproches y las consideraciones acerca de la escasa valentía de un entrenador por debajo del nivel de la plantilla. Enfrente la masa autodenominada como “Zigandista”, poniendo de relieve como escudo pretoriano todo lo logrado mientras la realidad futbolística aplastaba. Y en medio de estas dos corrientes la temporada fue agotando fechas hasta llegar a ese momento crítico que decide si juegas con los grandes o te quedas con los chicos. De repente uno se dio cuenta de que el músculo del Oviedo se hacía visible. Termina abril y el palo de la bandera está puesto en el playoff. La extraordinaria trayectoria desde finales de enero coloca a los carbayones en una situación más que favorable, dependiendo de resultados propios. Por primera vez en mucho tiempo los aficionados sonríen un martes paseando con la camiseta del Oviedo, y preguntan a las aerolíneas por plazas en cantidad insuperable para ver al equipo. La mirada de Ziganda es más brillante ahora. Su equipo es el mejor de la liga, el que más puntos ha sumado desde finales de enero.