En la novedad estuvo el desacierto. De la alineación inicial se pudo deducir el respeto que tenía Ziganda por el Lugo. Presentó el entrenador azul un sistema bastante conservador con tres centrales puros insertando a Tarín, más dos laterales que no están siendo profundos como Mossa y Lucas.
Quizá previendo que el sabido estudio pormenorizado que hace el cuerpo técnico de Albés iba a forzar errores, prefirió Ziganda esperar acontecimientos abrigando al equipo y buscando respuestas lejanas en la velocidad de Rama y especialmente Jirka, que recuperaba titularidad una estación después.
Es el Lugo un once ordenado y aseado, sin prisa pero sin renuncias. Con Pita en el eje por delante de la defensa, no sufrió en la salida del balón al tener a su rival en campo propio. Sí que la disposición táctica dificultaba las acciones del último pase, apenas interviniendo Femenías en un lanzamiento tempranero desde fuera del área.
Las acciones del Oviedo se cosían sin hilo, y Bastón no entró en juego. Jimmy y Brugman bregaban para no perder el sitio ante las acometidas de Iriome y Cuéllar, con movilidad y engrasando maquinaria con Juanpe y Clavería.
Lucas tuvo su opción antes de un descanso para pensar, y mucho. Ziganda entonces hizo algo que casi nunca hace. Borró y reescribió el plan de juego de golpe. Sacó del texto a Jirka, Mossa y Rama, quizá excesivo en el ímpetu ante su antigua afición, y anotó los nombres de Borja Sánchez, Viti y Mier. Tarín se hizo lateral y rotuló un esquema más clásico. Sin duda las intenciones eran las de dar un paso al frente, tener el balón y ser más profundo. Nada de eso sucedió de entrada, ya que en una falta lateral Alberto Rodríguez cabeceó de manera imponente en soledad el balón a la red con Femenías a media salida.
Si hay algo que sabe hacer el Lugo esta temporada es soportar la presión y aguantar el resultado. Con oficio fue sorteando las trampas que quiso poner Ziganda, incorporando a Montiel y Matheus, queriendo ser protagonista. Pero un equipo que está acostumbrado a ser una buena película de sobremesa no puede ser de repente un film de “prime time”. Le cuesta al Oviedo articular los conceptos de dominador de juego, y más cuando el rival acumula jugadores comprimiendo la zona ancha. Circula con soltura el balón hasta los tres cuartos, donde se estrella con la falta de claridad. Montiel recibía particularmente retrasado, sin posibilidad de ser útil donde debe serlo, donde ha rendido a plenitud en bravos fogonazos.
El balón era claramente del Oviedo y la muralla lucense añadía constantes refuerzos. Difícil hacer hueco en las líneas ordenadas de Albés. Todo iba a suceder en un chispazo, algo distinto. Un penalti. Una mano innecesaria, y muy clara, de Seoane, que vio la luz tras la revisión del VAR. Bastón hizo gol al convertir la pena máxima. El 9 azul ejecutó por segunda vez la acción, fallida en primer término, por indicación nuevamente del VAR. El guardameta local se adelantó y su parada quedó invalidada.
Nervios con un tiempo añadido de ocho minutos suficiente para que sucediera algo más. Finalmente se cerró el partido haciendo buena la estadística. Los números previos invitaban a un empate y se firmó una entente cordiale que aleja nuevamente al Oviedo de su gran objetivo.