Un Oviedo perdido desaprovecha tres goles de ventaja

Partido de una subida relámpago en la primera media hora que concluyó con una costalada dolorosa. 

El Oviedo afrontaba un choque clave para dibujar el escenario próximo en el que va a mostrarse. Fue rápido el cambio de registro en el marcador. El conjunto azul, con dos marchas más que el Huesca, consiguió llegar cerca del área, y en una de esas bravas aproximaciones remató Bastón. Detuvo Andrés Fernández pero el balón suelto lo convirtió en gol el 9 azul. 

Salía el equipo de Xisco muy armado, con una defensa de cinco con Mateu y Ratiu como laterales largos. Un Oviedo hábil y profundo sometió al rival, y el segundo gol llegó pronto con una chilena de Obeng que sorprendió al público y a la zaga oscense. El ghanés se reencontraba mucho tiempo después con el gol, y derrochó el empuje de siempre. El entrenador visitante no modificó su planteamiento, con un bloque defensivo metido en su campo y esperando a salir a través de las circulaciones de Timor. En ese momento tanto Brugman como Luismi trotaban plácidamente con el viento a favor. Y hubo un tercer tanto. Carlos Isaac agarró una volea desde el borde de área que limpió de telarañas la escuadra. Gran gol para poner broche al dominio. 

Pero este Oviedo no sujeta los partidos. Es un hecho consumado. Xisco esta vez sí adelantó a los suyos, dando más compañía a un entonces solitario Poveda, Tanto Seoane como Escriche se acoplaron a una línea de tres incisiva para la que el Oviedo no tuvo respuesta. Fue emitiendo sonidos de socorro en una frecuencia rara. Lo que tan bien había funcionado se fue desvaneciendo. Con cada posesión larga del Huesca una cana iba apareciendo en los locales. Poveda fue premiado en forma de gol por su trabajo de presión y de pelea. 3-1 que no presagiaba nada bueno. El descanso cobraba un sentido muy estricto. A recuperar piernas e ideas.

El segundo periodo el Huesca salía con ímpetu, creyendo que una reencarnación de Rafa Nadal era posible. El 3-1 abrió una pequeña herida por la que empezó a brotar un poco sangre, que con el transcurso del partido empezó a manar a borbotones. Un Oviedo tocado y un Huesca sabiendo que había hecho mucho daño. Femenías hizo una espectacular parada, mejorando un despeje propio erróneo. Nervios a flor de piel y nula capacidad para controlar un partido que se iba escapando. Uno de los jugadores más activos del cuadro visitante, Seoane, puso a prueba a Femenías con un disparo lejano que botó antes de acercarse al portero balear y que se coló en la portería. La animación espectacular del primer periodo viró a un murmullo que avivó la sensación de incredulidad. Se recuperaron las imágenes de la remontada del Lugo en el Tartiere. Y se cumplió. El murmullo, un tembloroso Femenías y el desconcierto provocado con la expulsión de Ziganda sumaron a un final casi agónico para los intereses azules, que terminó pidiendo la hora tras el empate del Huesca. El técnico navarro desde la distancia movió las piezas introduciendo a Mier y Jimmy para buscar frescura y posesión. No funcionó. Tampoco la entrada de Pombo, que con menos de diez minutos no se acopló a lo que demandaban las circunstancias. 

Es un empate que no sirve para el objetivo de asomarse al playoff, que en esta jornada se veía muy cerca. Será difícil que con esta puesta en escena veamos al equipo azul en situación de privilegio. 

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