El nombre de David Álvarez “Kily” entra con letras mayúsculas en la historia del Real Oviedo. Fue el autor del primer gol del periplo del club azul por Tercera división, en el momento más dramático que ha vivido el equipo en su existencia. Un calvario que se pudo superar porque hubo personas que quisieron arrimar el hombro cuando todo se evaporaba.
El 31 de agosto de 2003 el Oviedo se estrenaba contra el Mosconia y Kily accionó el botón de reseteo. Ahora cuando sale de la oficina mata el gusanillo en el fútbol regional asturiano dentro de las filas del Guillén Lafuerza “donde somos todos amigos, en un club humilde que va a intentar no bajar”.
PREGUNTA: ¿Qué recuerdas de aquel partido contra el Mosconia?
RESPUESTA: Fueron momentos muy raros, sobre todo para el club porque creo que no se esperaba estar en esa situación. Se bajó deportivamente a Segunda B. Luego nos encontramos con el descenso a Tercera, y la posibilidad muy palpable, casi tocándola con la punta de los dedos, de que el club desapareciese. Se pusieron a los mandos Antonio Rivas, Pedro Luis (González), Manolo (Lafuente) el presi y demás, pudieron sacarlo adelante. ¿Qué recuerdo del primer partido? Que casi no recordaba el nombre de muchos de mis compañeros con los que jugaba ese primer partido de Liga porque habían llegado algunos unos días antes, e incluso con alguno no había entrenado. No sabíamos si nos iban a dejar el campo el mismo día del partido porque había rumores de que el Ayuntamiento no nos iba a dejar entrar. Fueron momentos súper jodidos pero a la vez personalmente era como haber cumplido un sueño. Había estado siempre en ese club, desde chiquitito, desde alevín, y había pasado por todas las categorías hasta llegar al primer equipo. Fue desgraciadamente en la situación en la que estaba el equipo en ese momento, pero para mi era como jugar en Champions. La ilusión de mi vida era debutar, pisar el Tartiere con el Oviedo, y tuve la suerte de meter el gol. En mi carrera no he metido muchos goles, pero dos de ellos son los más importantes de mi vida, el del Oviedo en Tercera y otro con la selección de Guinea Ecuatorial en la Copa de África.
P: ¿Había la sensación de que se iba completar la temporada o tocaba pensar semana a semana?
R: Antonio (Rivas) nos lo decía, que no nos marcáramos objetivos a largo plazo porque cabía la posibilidad de que mañana todo esto se fuera al traste. Es verdad que fueron pasando las semanas y se fue, en cierto modo, normalizando todo. Siempre digo lo mismo, si no hubiera sido por la afición del Oviedo el equipo no estaría a día de hoy donde está porque fueron ellos los que, hablando mal y pronto, le echaron cojones para que esto no se muriese. Nosotros al fin y al cabo hacíamos lo que nos gustaba, que era jugar al fútbol. Por mi parte y por la de otros compañeros que veníamos de la cantera era la ilusión de nuestras vidas. Hay que agradecer a todos los compañeros que se quisieron sumar al proyecto en ese momento jodido para el club, que también tirasen del carro. Todos éramos una piña, una familia. Quizá ese tiempo convulso nos hizo un vestuario fuerte. Desgraciadamente al final de temporada no se pudo subir. Fue el momento más duro deportivamente porque lo más duro fue la muerte de nuestro compañero Armando, compañero y amigo que había coincido conmigo temporadas atrás en categorías inferiores. Ese fue el momento más jodido. No nos pudieron pasar más cosas desagradables ese año. Hubo de todo.
P: Nos detenemos precisamente en la figura de Armando Barbón. ¿En qué medida su pérdida os afectó?
R: Nos afectó bastante al club, a los jugadores y al míster. Imagínate para Antonio y Pedro, con todo lo que habían luchado para crear un equipo. Se volvieron locos llamando a mil jugadores, casi todos decían que no. Tuvieron que reciclarse y seguir llamando a otros hasta completar una plantilla. Después de todo eso empiezas en negativo, pierdes a Armando…fue un palo muy duro. Para mi, Jandro, Paul, para gente que había estado con él, y para Rivas y Pedro que lo tuvieron en categorías inferiores en liga nacional. Fue un palo durísimo, estuvimos semanas jodidos. No nos quedaba otra que tirar para delante, seguir intentando salvar a este club porque todos éramos conscientes que ese era el objetivo esa temporada, salvar al club. Y nos salvamos porque el ACF nos hizo un favor, que fue el no subir. Si ese año que nosotros fallamos el ACF hubiese subido el Oviedo ese año o el siguiente hubiese desaparecido. Habríamos dado la razón a todos aquellos que habían dicho que el Oviedo estaba muerto y que no tenía viabilidad ninguna. En ese sentido el ACF nos hizo un favor porque la afición se volcó aun más con nosotros, se rebotó muchísimo con esa gente que quería hacer un equipo nuevo y dejar morir a un club con tanta historia.
P: ¿Cómo vivías esa rivalidad con el ACF como jugador?
R: Rivalidad está claro que había. Por mi parte era deportiva. A muchos compañeros del ACF, porque los llamo así, los conocía. Había coincidido con ellos en categorías inferiores, con otros me había enfrentado mil veces y tenía amistad con ellos. Sí que es verdad que cuando saltabas al campo esa amistad quedaba apartada durante 90 y tantos minutos, pero sí había rivalidad. Querías ganar porque ellos eran un proyecto fuerte, con sueldos muchísimo más altos que los nuestros, un equipo hecho para subir, para crearse desde la nada e ir subiendo categorías. Al final gracias a que no subieron tenemos al Oviedo donde está. Se fue todo un poco de madre en cuanto a afición, pero fueron también circunstancias. En el fondo no había que dejar morir al Oviedo, creo que tenía viabilidad total, y se equivocaron en ese aspecto. En el partido del Tartiere se juntó mucha gente. Fue uno de los partidos de Tercera con más aficionados en la grada en la historia.
P: ¿Cuál fue la importancia de Rivas en aquel momento?.
R: Tanto Rivas como Pedro y Manolo Lafuente fueron las personas más importantes del Oviedo aquel año y responsables de que a día de hoy exista. Yo sé que Rivas lo pasó muy mal aquellos años por las condiciones que tenía, pero es un paisano de los pies a la cabeza. Luchó por el club como nadie. Qué te voy a contar de Manolo, que aparte de presidente es amigo. Sé que le pusieron muchas trabas para que el Oviedo muriese pero hizo un trabajo en la sombra. Fue una persona súper importante para nosotros y el club, y deberían ser recordados todos. Sin estas personas a día de hoy no existiría el Oviedo, se llamaría de otra manera. Sé que se mataron para el club no muriese.
P: ¿Cómo eran vuestras condiciones para entrenar, vuestro día a día?
R: Los campos no estaban todo lo bien que debían estar para entrenar. No teníamos muchas veces tampoco agua caliente, y el despacho de Rivas estaba en un baño. Las condiciones eran las justas para poder entrenar, montar un equipo y transformar todo lo que entrenabas luego en el partido. Luego sí que firmaron a gente importante pero no se plasmó en el ascenso que era lo que todo el mundo quería.
P: Pero se armó un buen bloque, un equipo competitivo que fue capaz de plantar cara a la Real Sociedad en Copa.
R: Plantamos cara a la Real, comenzamos el casillero en negativo, quedamos primeros. Hicimos una gran temporada. Quizás durante un tramo de la temporada no se compitió porque éramos tan superiores al resto de equipos, que con tres pinceladas de algún compañero y dos destellos ya se ganaban los partidos. Luego en el playoff te podía tocar un equipo de capital de provincia, con gente veterana que planta cara y al final todo el trabajo de un año también se podía ir al traste. Fue un poco lo que nos pasó. Pensábamos que estaba todo hecho, que íbamos a pasar por encima del Arteixo y al final no subimos.
P: Dejas el club y tras un periplo de diez años por otros equipos vuelves al Tartiere con el Noja. Termina el partido y entregas tu camiseta al fondo de aficionados del Oviedo. ¿Qué experimentaste en ese regreso a tu campo tanto tiempo después?
R: Si te digo la verdad no me esperaba el recibimiento que tuve. Tampoco esperaba que me pitasen porque todo el mundo sabe que soy un oviedista que defiende al club, a los jugadores y a la cantera. Nunca me escondo. En redes sociales siempre digo lo que pienso. El recibimiento fue espectacular. Recuerdo el camino del autobús del Noja a Oviedo. Sabía que iba a ser la última vez que pisase el Tartiere. Lo tenía muy claro, estaba en mi última época de fútbol, un poco cansado. Sabía que ese día era especial para mi. Sacamos un resultado positivo, levantamos el partido. Teníamos muy buen equipo en el Noja, gente que había jugado en el Oviedo, jugado en Segunda, un proyecto muy interesante que luego se quedó en nada porque no nos pagaban. Estuvimos meses sin cobrar, y ya había decidido dejarlo y venirme para acá. Fue especial volver al Tartiere, muy especial el recibimiento de toda la gente, y con eso me quedo. Pasan los años y la gente te sigue teniendo cariño. El otro día me paraba por la calle un chico de 14 años que creo que no sabía ni quién era, pero su padre le había hablado de mi. A veces te paran y te sorprende que te conozcan, que te digan cosas bonitas, y es de agradecer. Hice mi trabajo, que era defender la camiseta que llevaba, y con todo el orgullo del mundo porque el Oviedo es el amor de mi vida. Me ha defraudado muchas veces pero nunca le defraudaré yo a él.
P: ¿En tu salón hay una foto jugando con el Oviedo y otra disputando la Copa de África?
R: Ninguna de las dos. En casa de mis padres sí que tengo camisetas de la selección. Dos camisetas muy importantes, la del gol en Tercera con el Oviedo, y la de Joluvi blanca, que me parece preciosa, del partido contra el Pumarín. Tengo un par de recortes y fotos grandes de cuando jugaba en la selección, pero es verdad que en mi casa no tengo. Más que nada porque cada vez que vienen a mi casa me piden algo y al final acabas regalándolo (risas). Lo tengo en casa de mis padres bien guardado y eso va a ir conmigo a la tumba. Siempre he dicho que cuando ya no esté en este mundo, que me lleven con la camiseta del Oviedo.