El Plan de Ziganda

Acabado el partido de Anoeta la sensación ha vuelto a ser la misma para los que hayan podido seguir el partido. Una vez más, el Real Oviedo apenas ha conseguido arrancar un punto del bravo feudo donostiarra. 

Un nuevo empate que comienza a desesperar al respetable oviedista, que no entiende cómo este equipo sólo ha ganado en una ocasión. Cierto es que el factor suerte, clave en una Segunda en la que la opción mayoritaria es la de guardar la ropa, no ha favorecido a los azules en gran número de estos partidos. La derrota sí fue contundente en lo que a bagaje futbolístico se refiere, pero los empates han parecido pérdida de dos puntos. En todos ellos se ha podido sacar más rédito al juego, lo saben los jugadores y lo sabe Ziganda. 

El técnico navarro cuenta con una nueva oportunidad para demostrar que puede ser entrenador de época en Oviedo tras un brillante final del primer curso en el que reanimó a un equipo en el limbo del descenso, y después de una temporada completa que no dejó sustos finales. Sin embargo se le debe exigir más, sobre todo con una confección de plantilla en la que Rubén Reyes no ha querido dejar cabos sueltos. Hay alternativas para distintas combinaciones de dibujo y puestos cubiertos. 

El director deportivo del Oviedo ha exprimido al máximo las opciones económicas del club para sumar efectivos de calidad con los que aspirar a algo más que mirar hacia abajo. La línea titular de centrales es de lo mejor de la categoría, y en la delantera la llegada de Borja Bastón da un plus que pocos conjuntos de Segunda tienen. Luego ya sumamos nombres como el de Pombo, cuyo apellido ha sonado en Primera, Luismi, Brugman, y otros jugadores de proyección como Montiel, Cornud, Mattheus o Jirka. 

En su primera entrega Ziganda peleó con todo lo que había, el año pasado la plantilla se le quedó corta de jugadores capaces de entrar en su idea, y para este curso cuenta con demandas satisfechas. Nombres hay, jugadores hechos a la categoría también. Ya no valen las excusas argumentadas desde la escasez. 

Entrado con creces el mes de octubre es difícilmente defendible que jugadores que han llegado en agosto o justo al inicio de temporada no hayan cogido la forma. Se presume la profesionalidad de todo el mundo, con lo que entran otras variables. Ziganda es un entrenador que asume su idea hasta el final, y que irá a muerte con aquellos que entren en lo que pide. Hemos visto que es buen lector del apriorismo, de lo que se necesita para confrontar al rival, pero no se percibe la misma habilidad para modificar el plan de juego, de dotar de dinamismo al equipo con la rapidez exigida. Contra el Lugo se pasó de una posible goleada a un empate en cuestión de minutos, justo cuando el rival movió ficha y se aprovechó del desfonde del Oviedo. Es un equipo que compite, que está en la lucha pero que sufre un bloqueo físico a partir de los diez minutos del segundo tiempo. Ahí los cambios parecen inamovibles. La escuela de entrenadores con cambios en minutos programados empieza a chirriar, y se requiere entrar en el juego táctico que concede la libertad de hacer cinco cambios. Es un factor que se ha aprendido a manejar para modificar dinámicas. El cuerpo técnico del Oviedo se queda atrás en esto, y la revolución nace del empate o la pérdida, y se conceden quince minutos como máximo a los portadores de la bandera rebelde. Y no siempre podrán clavar el estandarte en territorio enemigo por falta de tiempo. 

Es una semana cargada de partidos que se antoja crucial para el futuro del titular del banquillo. El runrún de la grada que va pasando del silencio a la voz alta es suficiente para que puedan pasar cosas si no se consigue arrancar una victoria en esta semana. Veremos. 

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