El derbi tribunero

A estas alturas ya todos hemos visto el resumen del partido y las imágenes de la llegada del autocar del Oviedo al estadio. Y redescubrimos el distinto talante a la hora de informar sobre lo que a las siete de la tarde sucedió en las inmediaciones de la calle Pedro Miñor. 

También a estas alturas todos tenemos un conocido que ha estado en el meollo, cerca de recibir un porrazo o al que le han contado no sé qué cosa. El que escribe ha vivido experiencias desde ambas lados de la película, recogiendo la realidad o viviéndola en primera persona. Y sí, se puede ser tendencioso, y por supuesto se puede ser objetivo. Depende de lo que busques con el material que manejes. 

No voy a quitar una coma a los que se quejan de los actos violentos, que son y serán siempre censurables. De verdad que se puede tomar algo con los amigos o compañeros de peña antes de un derbi o partido de trascendencia. Como anécdota vital puedo contar que viajé hace ya tiempo para ver al Real Madrid en un partido de Champions League que le enfrentaba al Leeds United. Para los que recuerden aquella época, el Leeds era conocido por contar con una parte de la afición digamos que complicada, con altercados importantes. 

Llegando al estadio se nos ocurrió al grupo de insensatos tomar una cerveza en un pub de los aledaños, y no pasó absolutamente nada. Nos sirvieron con corrección e incluso les hizo gracia que nos mezclásemos con ellos. El partido en sí fue un infierno, con armarios de dos metros girándose para soltar todo tipo de improperios. He de reconocer que alguno se asustó pensado en la salida. Cumplido el trámite del terreno de juego, y con victoria madridista, esos mismos que no habían respirado glamour dialéctico se giraron y comenzaron a aplaudir. Y les faltó hacernos el pasillo. Saliendo incluso nos dieron la mano como queriendo dejar zanjado allí todo. 

Este sábado los precedentes no invitaban precisamente a la calma. Me parece una aberración el tener que pasar tal exhaustivo control para poder acceder desde la ciudad vecina. También he asistido a derbis en Gijón en el pasado, y lógicamente había un dispositivo que protegía de incidentes. Escoltaba a la hinchada hasta El Molinón, de vuelta al tren y ya. Obviamente había chillidos, provocaciones, pero entras al estadio, vives el espectáculo y te vas esperando hablar en el retorno y la semana posterior en el bar del derbi. Porque se trata de eso, de algo consustancial al asturiano. La semana anterior y posterior  este partidoi es especial, y dependiendo del resultado el trago se pasa mejor o peor. Porque al día siguiente seguimos siendo vecinos, hermanos, primos, familia y compañeros de trabajo. A los violentos no los incluyo, porque son apátridas de nuestra realidad. 

Sería fantástico que uno pueda, cuestiones de seguridad y sanitarias aparte, disfrutar de una experiencia que es única, que difícilmente puede olvidar. 

Lo primero es que los que ponen normas, dirigen el cotarro y tienen cosas de decir, gestionen de manera racional, haciendo ver como que les gusta realmente el fútbol, que lo han visto alguna vez, que saben de qué va ésto, y no se lancen al mensaje tribunero con el que calmar y compensar el déficit de atención que han procurado a sus esforzados socios y abonados. Un buen derbi se empieza a ganar en los despachos, con piques sanos y no dardos, que sinceramente no se necesitan. No tienen que explicarle a un aficionado lo que es un derbi, porque ya lo sabe, los ha habido con mucha tensión y pasión. Pero por favor, dejen que los nuevos hinchas o los que se quieran hacer lo descubran con normalidad. No estamos en guerra, y el cuñadismo es mejor dejarlo para los grupos de WhatsApp y las reuniones de ocio. 

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