Tablas en el derbi con vuelta de gradas llenas

Un empate que sabe a muy poco a los dos equipos. El primer derbi con el público de vuelta también repitió el estándar clásico de este tipo de choques. Fue un partido sin demasiado brillo, sin mucho ritmo y con más ruido que pegada. Es el aspecto individual el que debe emerger por encima de la tosquedad del empate. 

No entró muy fino el Oviedo y el Sporting aprovechó ese desajuste inicial para probar a Femenías en dos lanzamientos lejanos que no supusieron el menor problema para el guardameta balear. Sacudido el momento de incertidumbre los locales ganaron terreno y no permitieron a los de Gallego acercarse al área. No existía fluidez, pero con la calidad de Borja Sánchez y el trabajo de Bastón y Obeng se vislumbraba una suerte de peligro. Fue sin embargo un héroe inesperado el que dio la alegría a la hinchada azul. Lucas, que no estaba teniendo su mejor prestación en el carril derecho, apareció en el borde del área en soledad para rematar un centro pasado de Borja Sánchez. El lateral ovetense chutó y Mariño sólo pudo rescatar el balón de dentro de la portería. El gol le dio mucha tranquilidad a Ahijado, que cerró su banda a las acometidas del zurdo Kravets, uno de los puntales ofensivos de un Sporting que adelantó pasos. El bloque alto que rearmó Gallego dejó desguarnecidos a Valiente y Babin, con bastantes problemas para iniciar jugada. La posición retrasada casi como libre de Gragera ayudó a ese inicio, pero lastró poderío en la medular, donde Brugman y Jimmy no dejaban pensar demasiado a Pedro Díaz, y donde Campuzano se quedaba inédito. 

La defensa azul enseñó una vez más sus galones, Calvo ganando todos los duelos y Costas partiendo nueces con solvencia ante Djuka. 

El segundo tiempo el Sporting dio muestras de mayor fortaleza, comenzando a dominar la pelota y combinando con Kravets y Bogdan, que había sustituído a un lesionado Rosas. Y enseguida salieron a relucir dos claves del partido. Gallego centró la posición de Villalba, gris en su posición escorada, y el mediapunta se aprovechó del carajal en el que se convirtió la medular oviedista. El bajón físico era evidente y se pedía a gritos un movimiento de refuerzo. No fue hasta pasado el minuto 60 cuando a Ziganda le sonó la alarma programada y sacó del campo a un esforzado Bastón, que viendo la cartulina del cambio dispuso de una clarísima oportunidad en un balón llovido que recogió en una volea que salió alta por muy poco. El 2-0 habría sido casi definitivo. Sin embargo el Oviedo se empeñó en hacer una fogata y se le fue de las manos. El Sporting empujó fuerte y echó la puerta abajo en un gran pase de Villalba que Djuka hizo aun mejor con la definición. Empate y sufrimiento. Los cambios, llamados a oxigenar, no funcionaron y echaron más peso a la espalda. Ziganda se vio obligado a renunciar a la inclusión prevista de Arribas, para jugar en defensa con tres centrales, para mantener esquema surtiendo de balones al incorporado Pombo. El zaragozano pidió balón y quiso marcar en dos ocasiones, una rechazada por Mariño, y otra que se fue fuera. Obeng también manejó una situación de peligro, pero su disparo entre piernas desde la esquina del área no dibujó portería. 

Ni Mier ni Sangalli dieron alas al equipo, y el balón seguía teniendo nombre sportinguista. En Gijón casi cantan gol en dos oportunidades muy claras, en dos incursiones que rompieron la defensa. Pólvora mojada que agradeció el taquicárdico público, que casi solicitaba el pitido final ante la inoperancia de los suyos. Hubo un arreón en las postrimerías gracias al aliento del graderío, pero fueron fuegos de artificio, nada rico que llevarse a la boca. 

El Oviedo no pierde pero no es capaz de mostrar los dientes una vez más. Como nota principal se debería valorar el bajón físico que vuelve a sufrir el equipo cumplido el cuarto de hora del segundo tiempo.  

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