ENTREVISTA – MARIO JACQUET

Mario Jacquet (Paraguay, 1946) es uno de los nombres que los aficionados oviedistas más veteranos recuerdan de aquellas alineaciones del Real Oviedo los años 70. Defensa sin dobleces, siempre concedió todo su esfuerzo en el verde. Él mismo reconoce que su mejor momento como profesional lo vivió en Oviedo.

P: ¿Cómo se produce tu llegada al Oviedo?

R: Estaba yo en el Atlético de Madrid entonces, con tres años de contrato, para los años 71, 72 y 73. Tenía mucha relación con Sebastián Fleita Miranda y Amancio, que eran del Madrid. Ellos fueron los que me asesoraron para ir a Oviedo, porque yo no tenía sitio en el Atlético de Madrid. Hablé con el señor Victor Martínez, que era el que me había traído de Paraguay y le dije que quería jugar, que no había venido para ser suplente. Entonces tuve varias ofertas y Fleitas me dijo “vete a Oviedo, que ahí hay buen ambiente con el fútbol”. Me fui a Oviedo y fue un acierto terrible. Coincidí con mucha gente que me apreció. Me sentí feliz. Nació mi segundo hijo en Oviedo nada más llegar, y fue una felicidad total.

P: Qué expectativas tenías? ¿Te sorprendió en alguna medida?

R: Al llegar aquí no conocía nada del fútbol europeo. En esa época no teníamos televisión, no había Internet. De la gente que salía fuera nadie hablaba de él. Ahora que ha pasado el tiempo, y sin querer quedar bien con nadie, puedo decir que fueron cinco años maravillosos, espectaculares en todos los aspectos. Desde el primer día que llegué me hice un buen ambiente con los futbolistas y no me olvido nunca de mis jugadores, de mis compañeros. Lástima que algunos se han ido. Me sentí en casa desde el primer momento. A pesar de que se jugaba ahí con lluvia, con mucha agua. En Paraguay cuando llovía a mediodía ya no se jugaban los partidos por la tarde. Tuve que adaptarme y jugué a un nivel altísimo, porque jugaba el 80/90% de los partidos de titular. Sólo que pasé por cuatro operaciones de menisco en Oviedo. Todos los recuerdos son maravillosos por el trato de la gente. Tenía de compañero a Carrete, que vivía a sólo cuatro kilómetros, y conocí todo el ambiente de Oviedo gracias a él. No lo olvido y lo recuerdo con mucho cariño gracias a muchas cosas. Pasé mi mejor época como futbolista, porque me cogió con 23/24 años hasta los 30. Si no jugaba era por el tema de mi operación. Luego me tuve que ir. Como no contó conmigo el entrenador, yo tampoco quise discutir porque tenía ofertas de varios equipos, el Murcia, Sevilla y el Valladolid. Fue cuando me despedí después de cinco años maravillosos, y me fui al Valladolid.

P: ¿Cómo era jugar en aquel Tartiere?

R: Primero yo sufría muchísimo, pero me adapté rápido. Como en Paraguay no teníamos dinero, ni sueldo, dije que si Dios me dio la oportunidad de venir aquí a España por qué me tengo que relajar, tener miedo o poner pegas, cuando el entrenamiento era más fuerte, con lluvia. En Paraguay llovía y se suspendían los partidos y aquí me tuve que adaptar a jugar en el barro, con nieve. Fueron cinco años maravillosos por las personas que conocí. Me demostraban ese carácter abierto que tiene la gente. Oviedo era buena gente y ambiente para vivir. Las cosas se dan como se dan. Mi señora quería que nos quedásemos a vivir en Oviedo. Yo me dejaba llevar por el tiempo, y después de esos cinco años me dijeron que no tenía sitio en el equipo. Nunca discutí la decisión de la directiva.

P: Puede chocar esa decisión dada tu trayectoria y la pieza esencial que eras en el equipo y el vestuario. Imagino que fue algo difícil de entender. Lo estás jugando todo y de repente no cuentas.

R: Siempre respeté las decisiones. Después de ser jugador me puse como técnico e impuse todas esas enseñanzas que viví en directo. En las charlas que doy con futuros técnicos y los que se preparan para ser entrenador o preparador físico siempre les digo que voy a contar mi experiencia de vida. A mi no me contó nadie nada. Cuando llegué a Oviedo no estaba acostumbrado a jugar con barro y nieve, pero me propuse hacer un sacrificio porque no quería volver a Paraguay. Una persona que era del club, un directivo, llegó un día con el coche al entrenamiento y me dijo: “Mario, pide tu uniforme al encargado de material, coge tu bolsa y vente para acá”. Me llevó a un pinar y me empezó a entrenar. Me fui a un lugar donde había pozos de por lo menos 20 metros. “Mario, te voy a tocar el silbato y vas trotando suave. A medida que toco más el silbato tienes que aumentar el ritmo. Cuando llegues a aquel árbol que está a 20 metros de aquí giras y hacemos lo mismo”. Cuando quería correr me decía que no, que me metiese ahí. “¿Pero cómo me voy a meter si eso es barro?”. Pues me metía en el barro y era lo que ellos buscaban, que me acostumbrase a jugar en el barro. Estuve 22 días fuera del plantel y fui todas las mañanas a ese pinar donde estaba ese pozo que había hecho él a propósito por orden del técnico. Me querían recuperar como futbolista porque no estaba acostumbrado. Era frágil. Esos días entrenaba aparte en esa zona de árboles por donde la gente paseaba. Subía y bajaba y le puteé a toda la gente en todos los idiomas, empezando por el técnico (risas). Pasado un tiempo me di cuenta de que lo hacían por mi, porque me querían recuperar como futbolista profesional español. Yo no era nada, era cualquier cosa. Hice los ejercicios que me pidió, correr, correr y correr, y en 20 días me convertí en eso que en Oviedo siempre vieron: un jugador aguerrido. Nunca pegaba patadas ni rompía a nadie, pero era muy agresivo. La gente mayor se acuerda. Tenía la orden del entrenador en la charla. “Si Mario marca a Johann Cruyff y nosotros con ese marcaje conseguimos puntuar, el éxito es de Mario pero tiene que salir hacia el resto del plantel”. Yo marcaba a Velázquez, que era un 10 fabuloso que tenía el Madrid, otro jugador fabuloso de Las Palmas que se llamaba Germán, Uriarte del Bilbao, Johan o Neskens del Barcelona. Estaba acostumbrado a marcar a todos los jugadores que eran fundamentales en sus equipos. Nos manteníamos en Primera División, porque el Oviedo no podía salir al ataque para ser campeón. Era un equipo de media tabla para abajo. La verdad que de los cinco años no me quejo, se hicieron campañas sensacionales. Si dejé de jugar fue por ejemplo por los ligamentos cruzados, que estuve seis meses, que fue el mayor tiempo fuera del campo.

P: ¿En esas charlas con los aspirantes a entrenadores qué les cuentas del fútbol de entonces y el de ahora? ¿Qué diferencias ves entre esas dos épocas?

R: Me encanta esta pregunta que me haces, porque muchas veces el que habla y tiene un micrófono delante se está expresando de maravilla y dices “qué bien habla éste”, pero al final analizas y no dice nada. Mi equipo tiene que ser súper disciplinado. Cojo un balón y les digo a los 11 que saco: “este balón tiene que entrar en esa portería en la que atacamos, porque si este balón entra en nuestro campo al primero que echan es al entrenador”. Parece una tontería lo que estoy diciendo, pero es la cruda realidad del fútbol en la época que sea. He jugado con todos aquellos que fueron monstruos en sus equipos y no sentí la diferencia porque estaba mentalizado fuertemente. Debes creer como conjunto, como equipo, no los 11 que salen sino el plantel completo, y ellos creer en tu visión de lo que tiene que ser el fútbol. No puedes pelear al ataque con el Madrid por el campeonato, porque tiene otro presupuesto y todo eso. En primer lugar debes saber defender. Para eso tiene que haber dos delanteros, si juegas un 4-4-2, que son los primeros que defienden. Luego están los medios y después los defensas. Tienes que jugar como equipo. Cuando atacas debes contar con la protección de los dos centrales, que tienen que estar en el medio del campo, y cuando defiendes deben estar en su área, y los puntas deben jugar en el medio. Cuando juegas con 11 jugadores deben saber lo que tienen que hacer. Si pierdes un balón existe un respaldo del compañero, y uno de los centrales debe presionar para que ese balón no llegue a la portería. Yo iba hablando caso por caso, porque hay veces que un equipo ataca muy bien pero defensivamente es flojo. Ahora casi todos los equipos tienen laterales que llegan hasta la línea de fondo y sacan un centro. Pero cuando ese centro sale corto y hay un despeje ¿quién le cubre la espalda a ese lateral que subió? El volante de ese lado. Eso tiene que cumplirse para que haya disciplina. Si no existe eso, da igual que hables en varios idiomas, ataques con cuatro y defiendas con dos. Pierdes el partido y el equipo es desequilibrado.

En la semana de partido tú tienes que trabajar con los movimientos que tienes en la cabeza. Un equipo siempre tiene que empezar con la palabra “bloque”. Cuando lo consigues todo resulta más fácil.

P: En tiempos pasados los jueves era el día de entrenamiento fuerte, pero hay entrenadores ahora que plantean sesiones con mezcla de deportes, más relajadas que intensas. ¿Puede esto perjudicar al jugador al sacarle de la mera preparación específica de partido?

R: Cada técnico tiene su forma de trabajar. Antes nosotros teníamos libre hasta el martes a la tarde cuando se jugaba en domingo. También hay entrenadores que el mismo lunes ya empiezan a entrenar. Sin hacer demasiada picada se hablan de los errores que se cometieron en el partido. El fútbol parece una cosa sencilla a veces, otras difícil. Si trabajas ese lunes al 20%, el martes al 30% y el miércoles al 40%, el jueves ya tienes que trabajar con el equipo que va a jugar el domingo. Y si no te sale tienes que conseguir ese 11. El entrenador debe conocer a sus jugadores. Y el vestuario de un equipo yo lo considero sagrado. Cuando era entrenador nunca entraba al vestuario. Cuando entras en ese momento se callan todos, y tienes que pensar que están hablando de ti. Normalmente el que habla de ti es al que no pusiste de titular. Eso te crea un mal ambiente.

Siempre aconsejo a los futuros técnicos que se preocupen de conocer al vestuario. Si no lo conoces te van a manejar dos o tres jugadores. Y si no juegan estás fuera, porque critican al técnico, el sistema que no funciona, y quieren justificar su ausencia por ese lado. Si un jugador sale al entrenamiento y está corriendo y bostezando es porque estuvo toda la noche fuera, y a mi no me jode nadie. Lo tengo claro. Desde el primer día hablo que para jugar hay que cuidarse, correr, ser disciplinado y así vamos a ganar dinero. Si no lo haces te echan de aquí, no tienes dónde trabajar y encima no tienes dinero. El fútbol es dinero, y más ahora que están ganando mucho. El futbolista tiene que entender, pero no gritando ni haciendo señas para que la gente vea que estás corrigiendo. Tienes que entrar al campo y al que no te gusta lo que está haciendo se lo hablas ahí. Si no hace lo que le pides te debe explicar por qué. Te debe contestar con la verdad porque si no le pones y no te contesta a lo que le preguntas el domingo no le pones otra vez. Y así se da cuenta de que ese entrenador no es manejable. No es por capricho, es por los movimientos que tú pides que se hagan. 

P: Volviendo a tu etapa como azul, ¿cuál es el momento más especial con la camiseta del Oviedo, el que más recuerdas?

R: El año que jugamos en Segunda, que llegamos varios de fuera y se ascendió. Vi que incluso perdiendo el primer partido que jugamos el equipo tenía un respaldo de la afición y el estadio estaba lleno. Era más chico el estadio, porque ahora ha mejorado muchísimo. Pero me refiero a que lo que estábamos haciendo en el campo no era porque fuéramos malos, sino porque el contrario era superior. Eso la gente lo entendía, y nunca jamás recibimos gritos palabras en contra de un jugador. El jugador si empieza el partido y se pone a correr y hace lo que tiene que hacer la gente no se va a poner a festejar la derrota, no le van a decir nada porque hizo lo que tenía que hacer. Como eras inferior a ese equipo lo tienes que aceptar.

P: ¿El peor momento, el descenso, el momento de irte?

R: Fue un año, y no voy a contar el equipo, porque no me gusta, en un partido que teníamos que ganar nosotros. Sale el portero Lombardía, y yo que jugaba como central con Tensi, giré porque le adiviné la intención de ese delantero. Si le llegaba le iba a pasar por encima o le iba a dar con el pecho y meterla. En lugar de ir contra el jugador me fui a la espalda del portero, entonces él hizo un globo y lo quiso pasar por encima de la cabeza y yo me tiré en plancha. El jugador metió el pie y me rompió la frente. Cuando salía del costado del campo me cambiaron. Yo no quería, vi que me rompí la frente pero cosiéndome o con una venda yo seguía. Cuando salía yo estoy viendo la cara de un señor que se acercó, bajó de su grada y me dijo que era un hijo de tu madre, un mentiroso…me dijo de todo. Esto me pasó dos veces en mi vida en el Oviedo. era un jugador que respondía, pero en el campo. No contestaba a la gente, porque ellos reaccionaban de acuerdo a algún interés. El otro partido sí lo voy a decir, porque fue contra el Sporting de Gijón. Yo tenía que marcar a Quini. Jugaba de 9 y a mi me bajaron de central, porque yo marcaba a todos. En un momento dado faltaba un minuto para terminar el primer tiempo, estaba en el medio del campo, paré con el pecho y cuando giré se me tiró encima para disputar el balón el jugador número 8, que medía 1,87 con 85 kilos. Me rompió los ligamentos cruzados. Si nosotros empatábamos el Sporting se iba a Segunda. Nosotro estábamos en Primera ya tres fechas antes. Delante del foso del Sporting enfrente del vestuario, en la misma media cancha fue donde me lesionó aquel jugador, al que no nombro, que era vigoroso. Se me tira con tan mala suerte de que hizo un crujido de rodilla. Viene Marianín, que termina el primer tiempo, y me dice Mario “vamos, que termina el primer tiempo”. Le dije “no me toques, que me rompí todo. Sentí un crujido que se me rompió todo”. Desde ahí, por mi madre que está muerta, le voy a decir lo que sentí yo ese día, que en lugar de salir por el medio del campo el árbitro no me lo permitió porque faltaban dos minutos para terminar el primer tiempo. Salí acompañado con el masajista, y con Rubiera, que era el que estaba ahí. Entre los dos me lanzaron en brazos y salí desde el mediocampo hasta girar detrás de la portería para llegar al banderín del córner y después al vestuario. En el trayecto me llamaron “paraguayo vendido, hijo de puta, desgraciado”…me dijeron de todo. Yo no estaba escuchando sino mirando mi rodilla. Tenía pasaje para el día siguiente a las 12 para volver a Paraguay porque había nacido mi primer hijo. En lugar de ir a Paraguay me fui a un quirófano. Me operaron en Oviedo y tuve la satisfacción de recibir la visita de todo el plantel del Sporting de Gijón. Ellos creían en lo que la gente me estaba gritando, pero cuando se dieron cuenta de que rompí los ligamentos cruzados hubo uno de ellos, que tampoco voy a decir su nombre, que se disculpó porque pensó que estaba fingiendo una lesión. Esos son los recuerdos malos y buenos que tengo del fútbol, y la experiencia que me quedó grabada. Y hacía dos meses que había fallecido mi madre…y me dan ganas de llorar porque me acuerdo (pausa).

P: Son situaciones que se presentan y que muchas veces el que está en la grada no es consciente de la parte sentimental del que está jugando, y que le pueda afectar.

R: En el fútbol actual hay agresividad, pero había más en mi época. Antes no era esto de que se sale tocando y demás. El central le pegaba un pelotazo al 9, y ese 9 tenía que pelear sólo rodeado de dos o tres rivales que le estaban marcando. Era un fútbol diferente porque era agresivo. Hablo del 71 cuando vine a España. Después del 74, cuando vino Johan Cruyff, que fue el mejor jugador del mundo, se empezó a jugar diferente, a jugar como juega al Barcelona intentando salir con el balón. Es lo que pasa con las épocas, unas son mejores que otras. Pero lo que no cambia es que el fútbol tiene que ser un equipo de 11 que salen y trabajan en el campo. Contar con 30 durante la semana y confiar en los 11 que salen el domingo. Si no haces un esfuerzo no hace falta que te griten, ya sabes que lo hiciste mal. Sabes que no respondiste. Yo nunca salí del campo con la cara lamentándome, porque siempre fui un jugador que di todo por el equipo. Me operaron varias veces y siempre respondí. Es el mejor recuerdo de Oviedo que tengo, aparte del nacimiento de mi hijo.

P: ¿Fue Cruyff el jugador más difícil de marcar?

R: Tengo una anécdota con Marcial, que jugaba siempre con Asensi en el medio del campo. El Barcelona tenía un equipazo. El entrenador siempre decía en la charla que si cumplía mi función tendríamos posibilidades de puntuar. Eso me daba moral. No tenía que pegarle patadas a Cruyff, lo que pasa es que tenía que marcarle y me ponía a un metro de él. No recíbía balones cerca del área porque bajaba donde tenía ventaja de 9 metros cuando había una falta. Cogía el balón y le decía al árbitro que me saliera de ahí, y tenía que estar a 9 metros. Cogía el balón y me encaraba como para desbordarme, y yo le decía a Vicente y a Tensi que si me tiraba a la derecha era para que entrase por la izquierda. Así le impedíamos, porque cuando cogía el balón te destrozaba. En un momento dado Marcial, empezaba a hablar y yo no le entendía nada. No le daba bola porque yo tenía la función de marcar a Johan. Estábamos empatados a 1. En el campo me decía cosas y no le entendía. Y cuando entramos al vestuario le agarré por detrás y le pregunté de qué se quejaba. “No queremos que se lesione, porque si le haces una entrada y no juega nosotros no cobramos las primas” (risas). Imagínate cómo él le cuidaba por los primas. Johan fue el mejor del mundo, salió campeón y su fútbol fue impresionante. Siguió la mejoría del fútbol español porque fueron llegando grandes jugadores.

P: Jugaste en Primera, y en el temporadón en Segunda en el que vais como motos quedando líderes. Y esa Segunda que os toca tiene grandes equipos. 

R: El futbolista español tiene unas características, y ya sea en Tercera, Segunda B, Segunda o Primera, es parecido por la mentalidad que tiene. Es ejemplo de todo, en disciplina, el comportamiento, el cuidado, en todos los sentidos. Para ganarle a un equipo sea la categoría que sea si uno no corre no vas a ganar. Y esa es la función del técnico, que tiene que meterle en la cabeza del jugador, que quien le marque no le va a permitir nada, que con el nombre sólo no va a ganar. Por eso al fútbol español no lo pierdo de vista y lo estoy viendo hasta hoy. Con la facilidad de las tecnologías puedo hacerlo, y me encanta porque es como si estuviera allí. Cuando veo al Sporting y el balón llega al medio del campo pienso “madre mía, ahí fue donde me rompí los ligamentos cruzados”. Y cosas como esa, pero siempre en plan positivo y nunca lamentándome de nada. Nunca terminaré de agradecerle a ese entrenador que le pidió al preparador físico que me llevara 20 días al pinar para entrenar y ponerme al nivel y ritmo, con barro, lluvia, nieve. Es una suerte de encontrarme con un técnico que creía que era buen jugador. ¿Y qué tengo que hacer para acostumbrarme al barro? ¿Cambiar mis tacos y poner aluminio? Ese no era el problema, es tener la fuerza que yo no tenía. En 22 días me puse como un avión y jugué el resto de los cuatro años a un nivel altísimo.

P: Una pregunta obligada para los que habéis jugado derbis. ¿Cómo vivías esos partidos tan especiales?

R: Todo pasa por la mentalidad del futbolista y eso normalmente cuando estás concentrado. Ahora todos los jugadores suelen ser más inteligentes, te cogen un libro, o con el móvil hacen maravillas. En nuestra época teníamos todos nuestro tiempo, nos poníamos ahí a hablar en la placita fuera del hotel, y nadie hablaba del partido sino que contábamos nuestras historias. Me preguntaban por ejemplo cómo era Paraguay, y así se pasaba. No estábamos concentrados en el partido, porque mentalmente el futbolista español cuando empieza el partido se transforma en un profesional íntegro. Otra cosa es que juegue bien o mal, pero me refiero a la seriedad que siempre yo compartí con mis compañeros, con todos. Con Javier, Uría, Tensi que en paz descanse, Lombardía y Chuso que también se fueron, Marianín, Vicente, Galán…no los olvido porque gracias a ellos he disfrutado con el fútbol que se hizo en esa época. Nunca jugué con el estadio vacío, y eso es señal de que ellos creían en lo que estábamos haciendo, que no jugábamos a medias ni que éramos inferiores. Jugábamos contra todo el mundo, ganando, perdiendo o empatando, y salíamos con la frente alta. Esa experiencia la tuve yo en Oviedo. Salí de allí y me fui a un fútbol mucho más fuerte, no lo digo por calidad sino por clima. En Oviedo cuando llueve no pasa nada, pero allí en Valladolid con nieve debías tener fuerza, mentalmente positivo. Fui una persona que demostré no con palabras sino jugando. La gente que me vio jugar no puede decir otra cosa, porque fui un jugador de equipo. El 80% era rendimiento físico, y aguantaba, porque me recuperé de las lesiones de meniscos y ligamentos cruzados. No me arrepiento de nada. Al Oviedo lo tengo en el corazón porque llegué del Real Burgos, al que me había cedido el Atlético de Madrid, donde no estaba a gusto. La vida que pasé en España, sobre todo en Oviedo, fue mi mejor época. Me retiré a los 42 años. Nadie creía en eso. Siempre me cuidé. No iba a ir a España a jugar por mil pesetas para estropearlo, hacer el tonto o golfeando, cuando en Paraguay jugaba sin sueldo. Tres temporadas jugué en Primera en Paraguay sin sueldo. Me metí en la cabeza que tenía que sufrir porque me interesaba. Así esos 20 días que me mandó el técnico los tengo que agradecer hasta el día de hoy, porque si no estaría vendiendo naranjas en la plaza. No tengo ni idiomas ni enseñanza universitaria, sólo aprendí lo que era el fútbol. Dios me dio la oportunidad de ganar mil pesetas a través del fútbol y me tenia que cuidar. Nunca jamás me drogué, fumé, trasnoché, no amanecí en una discoteca…viví para el fútbol, y así jugué a un nivel alto ahí en Oviedo y 18 años en total.

P: Te retiras con 42 años, sin meniscos, con lesiones muy importantes que a otros les hubiera dejado fuera del fútbol. Sirve para evaluar la calidad de un futbolista, la calidad del entrenamiento o la calidad de vida.

R: Más la calidad de vida. Aquí en Paraguay cuando me hacen un reportaje a ellos les gusta que yo sea frontal. Si dices una cosa en contra de los directivos, se enojan los directivos, si dices algo en contra del entrenador por el sistema de juego que utiliza, se enfada el entrenador, si dices algo en contra del plantel porque juegan de determinada manera, se enfadan. Tienes que estar callándote, y yo no soy así. No me callo nada, pero con respeto siempre. El equipo que no corre, el equipo que no se cuida, poco hace. Aquí en Paraguay apliqué lo que aprendí en España. A ningún equipo de los que entrené lo mandé a Segunda División. Salí campeón, llegué a Copa Libertadores. Siempre les digo que en España 2+2 no son 3 ni 5, como es en Paraguay. Allí en España 2+2 son 4. Con eso me refiero a la disciplina. El jugador en España se cuida, entrena, y descansa. Hace poco en un Clásico  Cerro-Olimpia, que es como si fuese un Madrid-Barcelona, el entrenador hizo debutar a dos chicos de 18 años, Ganaron y estuvieron en una discoteca hasta las 4 de la madrugada. El club señaló que los iban a echar. Yo hice el comentario de que no es cuestión de echarles. Son inconscientes. Tienen que hablar con ellos porque gracias a sus condiciones llegaron a jugar en Primera con Olimpia. Pero si hicieron eso es porque están equivocados. Hablas con ellos y vuelven a entrenar. Y te vas a cuidar porque tienes que ganar dinero. Eso sí, si después te pillo en una discoteca ya no te hablo, te vas del club. No es una amenaza, es por tu bien. Es algo que el jugador te agradecerá siempre. Es algo que me ha funcionado. Trabajé también en Perú o Ecuador en equipos grandes, y apliqué lo que aprendí en España. Me dio resultado.

P: Hablemos del presente. Después del proceso que casi termina en la desaparición del club, ¿cómo ves al Oviedo desde allí?

R: Yo pienso más con el corazón, y estoy deseando que juegue bien y que gane. Muchas veces me da pena porque quiero que el equipo esté siempre arriba. El Oviedo por historia tiene que hacer lo que hacían con nosotros. Nos nombraban como los jugadores de la época de gloria del Oviedo, donde se le ganaba al Barcelona o al Madrid. Yo estaba orgulloso de lo que me estaba pasando como profesional.

En el trabajo hay tres cosas: respeto, orden y disciplina. Si no hay respeto es porque hay uno dentro que maneja el vestuario, si no hay disciplina es porque cada uno llega tarde (como el caso de Paraguay). Me pasó en Valladolid, que había un portero que vino del Celta. Le fichó el Valladolid y el primer día llegó justo a la hora, el segundo llegó 10 minutos más tarde. Le pregunta al utillero por la ropa y le contesta que no tiene. Le dijo que fuese a hablar con el directivo que le estaba esperando. Justificó diciendo que había mucho tráfico. Y oí perfectamente que le decía el directivo “levántate más temprano, y si ves que no llegas por el tráfico deja tu coche tirado ahí y te coges un taxi”. Lo tengo grabado porque eso es un acto de disciplina y respeto. Eso es lo que tiene que hacer el equipo para ir bien. Que el técnico imponga su criterio y que exista respeto y disciplina. También pienso que con el dinero que se gana hoy día en el fútbol profesional, madre mía lo que podía haber sido en nuestra época.

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